Era mediodía y como de costumbre, Mariangel llegó a casa desde el colegio, donde a sus seis años de edad, cursaba su primer año escolar. Soltó los cuadernos y corrió hasta el dormitorio, donde la abuela Paulina yacía lánguida, casi agonizante, pero en su rostro aún podían verse esos rasgos finos que otrora hicieron de ella una dama hermosa. Su rostro aunque surcado por esas líneas que el tiempo suele dejar, no lograban ocultar esa mirada dulce y la sonrisa amable, que Mariangel tanto conocía y que buscaba a como diera lugar.
¡Abuelita, abuelita!-se escucharon los llamados desde que entraba.
-¿Cómo estas pequeña?- preguntó como siempre la abuela-
- ¡Bien!- respondió con entusiasmo la pequeña-mientras se acostaba a un lado y la abuela acariciaba los cabellos largos, lisos y sedosos de su nieta.
- Y…dime ¿ha sido este un día especial?
-¿Por qué lo preguntas abuelita?
- Te conozco niña mía y sé que algo me quieres preguntar.
Mariangel guardó silencio un rato, luego se sentó y miró a su abuela con los ojos llenos de lágrimas, tomando aire lentamente y con voz entrecortada preguntó:
- ¿Abuelita es verdad que te vas a morir? - la abuela se quedó pensando un rato y comprendió la aflicción de este ser tan pequeño. Se propuso dar una respuesta llena de verdad pero también de mucho amor.
- ¿Qué es para ti morirse niña mía? – Preguntó con voz dulce la abuela-
-Pues…-replicó Mariangel- todos me dicen que te irás al cielo y no podré verte nunca más.
-Pequeña mía-dijo la abuela- tal vez ellos tengan razón cuando dicen que voy a morir, pero se equivocan en algo, pues las personas que mueren, no se van a ningún lado, simplemente Dios los asigna como ángeles guardianes de aquellos que han amado, para que los cuiden día y noche, susurrándoles al odio esas palabras de aliento, fortaleza y amor que les son tan necesarios.
- Abuela Paulina –dijo la pequeña –¿te podré ver o al menos oír?
- Sí pequeña-respondió la abuela-mientras tu corazón esté puro lo podrás hacer, y aún si no me vieras, yo te enviaría señales para que supieras que estoy contigo.
-¿Cómo cuales? –Preguntó Mariangel-
-¡Muchas! –Respondió con voz entusiasta la abuela-te enviaría una suave brisa en verano, un caluroso abrazo en el invierno, en las noches el cantar de los grillos para que te arrullen y en la mañana el canto de las aves para que te despierten, pero sobre todas las cosas Mariangel, escucha siempre la voz de tu corazón, porque desde allí te guiaré y te cuidaré siempre.
-Abuelita-Habló Mariangel- ¿puedo pedirte un deseo para que cuando te nombre mi ángel guardián, le digas a Dios que me lo conceda?
-¡Por supuesto! – Respondió la abuela-
-Quiero que le pidas a Dios que me permita ser un ángel aquí en la tierra.
-Pequeña mía- comenzó a decir la abuela – ese deseo tuyo, además de que yo se lo diga a Dios, es algo que tendrás que proponértelo todos los días; pues ser un ángel aquí en la tierra no es asunto de solo pedirlo, porque son tus acciones diarias las que afirman o destruyen tu deseo.
Además también debes comprender que tus alas solo te las podrían entregar cuando tú vayas donde él, porque de otro modo…
-¿Entonces, no puedo lograrlo? – Preguntó Mariangel-
-¡Claro que puedes! – Respondió sonriendo la abuela- solo que te propondré un trato: yo llevaré tu deseo y se lo diré, mientras tú aquí ejercerás la labor de ángel, para que él vea que te las mereces.
-¿Cómo voy a hacer eso abuelita?
- Veras- respondió la abuela-cuando alguien haga algo que te enoje, no contestes con agresiones, mejor piensa y cuenta hasta diez. Si alguien toma algo tuyo, no lo reclames con insultos, solo busca la causa de su actuar y si tu conclusión es que esa persona lo necesita más que tú, simplemente regálaselo. No niegues a nadie un vaso con agua, un plato de comida ni la oportunidad de expresar su verdad, pues todos somos diferentes y todos podemos opinar. Nunca propagues un chisme o mal comentario sobre nadie, mucho menos lances críticas malas, mejor busca siempre las cosas positivas que se pueden comentar, pues si bien una persona puede no estar bien vestida, su belleza o capacidad intelectual lo pueden compensar. Todos somos humanos y a veces nos equivocamos, procura entender la humanidad. Más si un día debes defender tu verdad, no olvides hacerlo de forma coherente y lógica siendo justa por demás. Pues niña mía un ángel siempre busca el bien de la humanidad en su conjunto, sin dejarse llevar por egoísmos y rencores que en nada bueno pueden terminar. Por último respeta a tus padres y mayores y di siempre la verdad.
¿Es un trato? –Preguntó la abuela-
-¡Es un trato! –contestó Mariangel – a quien en esos momentos llamaron para ir a almorzar. ¡Te amo abuela! – se despidió la niña – mientras daba un beso a su abuela.
-¡Y yo a ti mi ángel! –Respondió la abuela-
Cuando Mariangel regresó vio que su abuela dormía, pero sentía que algo no era igual, estaba más pálida, más fría pero tenía una sonrisa angelical. De pronto sintió una leve brisa que le acariciaba el rostro con un agradable aroma, esto le hizo cerrar los ojos, cuando los abrió allí junto a ella estaba la abuela Paulina con un dedo sostenido en su rostro, rodeada de una gran luz y de su espalda salía dos enormes alas blancas.
Mariangel quiso llorar pero no pudo. La abuela Paulina volvió a preguntar: ¿es un trato?
A lo que Mariangel solo pudo contestar ¡es un trato!
Por: El Ilusionista